Ahí estaba el relojero,
dueño del tiempo,
inseparable de sus juguetes
cual niño y sonajero.
Minuto a minuto
veía pasar las horas,
sin olvidar los segundos.
Él se limitaba a observar.
No sabía hacer otra cosa,
ni tan siquiera hablar.
Todo había olvidado,
eran muchas horas en ese campanario
rodeado de máquinas del tiempo,
sin salir, encerrado.
sábado, 11 de abril de 2015
miércoles, 25 de marzo de 2015
Escribiéndote.
Releo la historia una y otra vez.
En mi cabeza no paran de escenificarse nuevos momentos,
más diálogos, demasiada ficción.
Y siempre se queda en eso, hechos imaginarios.
Nunca cambiamos,
no supimos avanzar.
Quisimos y nos quedamos en el intento.
Nos rendímos pronto
y éste es el precio que pagamos.
Un bucle infinito de sentimientos inventados.
Tu me inspiras
y me expiras.
Poquito a poco vamos haciéndolo más claro,
pero tan oscuro...
Vuelve, chico.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)